Usá forro. No lo digo como un slogan vacío. Lo digo por experiencia. Yo no lo usé y no me fue tan bien. Me la tuve que dar fuerte para tomar consciencia, por eso escribo esto para contarte mi experiencia y qué a vos no te pase lo mismo.
De chico tuve una pésima educación sexual, fui a un colegio católico y mis viejos apenas me hablaron del tema. Solo me acuerdo de mi papá diciéndome a mis 12 o 13 años “usá forro porque podés dejar embarazada a una mina o lo que es peor agarrarte sida”.
No voy a hacer comentarios sobre esta frase hiper polémica, pero si detenerme en que nada me dijo sobre otras infecciones o enfermedades. Creo que no lo hizo de inconsciente sino más bien de ignorante. Tanto él como la mayoría de las personas que me rodeaban hablaban de esas dos consecuencias, como si realmente desconocieran que existen otras.
Faltaron varios años hasta que empecé a tener mis primeras experiencias sexuales. Siempre usaba forro salvo contadas excepciones en las que creía saber con mucha seguridad que la otra persona no iba a quedar embarazada o no me iba a contagiar de sida.
De más está decir que mi razonamiento era muy estúpido, pero tengo que admitir que era así.
Una vez, después de haber cogido con una amiga de máxima confianza, empecé a sentir un ardor muy grande cada vez que meaba. No fue al segundo después de garchar, sino a los pocos días. El ardor se hizo cada vez más intenso hasta que empezó a salirme pus por el pito.
En la guardia del hospital me dijeron que era gonorrea, una enfermedad de transmisión sexual de la que nunca había escuchado y que no siempre presenta síntomas, por lo tanto podés tenerla sin saberlo y en consecuencia contagiarla.
El médico que me atendió me sermoneó y me dijo que tenía que hablar con todas mis parejas sexuales.
Me dio mucha vergüenza avisarle a mi amiga. Me costó encontrarle el tono a la charla y lo que debería haber sido un aviso terminó en una pelea. Ella creyó que yo la estaba acusando de irresponsable y además me preguntó varias veces “cómo sabés que fui yo”.
Por suerte de más grandes pudimos volver a hablar del tema en un tono más maduro y sano.
Aunque esta experiencia fue una fuerte advertencia sobre los riesgos de no usar forro, mi estupidez juvenil me llevó a cometer el mismo error varias veces más.
Otra vez, semanas después de coger con una chica con la que me frecuentaba, volví a sentir un ardor en el pito. Fuí a ir a la guardia y después de varios análisis (como la horrible experiencia de que me metieran un hisopo adentro del pito) descubrieron que esta vez me había contagiado clamidia, otra enfermedad sexual de la que no sabía nada y que no siempre presenta síntomas.
También esa vez hablé con mi pareja y aunque esta vez la charla entre nosotros fue sana, nunca más volvimos a salir. No sé si fue ella, los dos o yo, pero el miedo o la vergüenza nos impidió seguir.
Por suerte la clamidia, como la gonorrea, son enfermedades que se pueden tratar con antibióticos. Asíque los dos nos curamos rápido y fácil.
Esta es la parte en la que vos lector decís “OK, después de esto aprendiste la lección”. Pues no mi ciela. Cuando uno es estúpido es estúpido varias veces.
Hace dos años, estando en pedo, decidí hacerle caso a una chica que había conocido en el boliche y coger con ella sin forro “por que así se siente más”.
Fue un garche choto. Los dos estábamos puestos y todo fue torpe y nada sensual. Además, al otro día apenas nos acordábamos nuestros nombres. Nunca más nos vimos aunque volvimos a hablar.
Pasaron los días, las semanas, los meses y por suerte mi pito esta vez no sintió ningún ardor. Sin embargo, no me sentía seguro y le pedí a mi médico que me hiciera análisis de todas las enfermedades de transmisión sexual.
Cuando llegaron los resultados, descubrí que me había contagiado Hepatitis C, otra enfermedad de la que no sabía absolutamente nada
Tuve la suerte de que me la detectaron a tiempo y pude empezar un tratamiento. Si no lo hubiera descubierto, corría el riesgo de que se volviese crónica, es decir que dure para toda la vida y causar daños irreversibles en el hígado.
La doctora que me dio el diagnóstico, me dijo muy seriamente “de esta te puedo salvar, de otras no”.
Tardé en mandarle un WhatsApp a la chica avisándole de mi diagnóstico. Sé que fue irresponsable, pero la verdad es que me volvió a comer el miedo. De todas formas lo hice, pero mi mensaje pareció no importarle mucho.
Tuvieron que pasar tres enfermedades, para que realmente me volviera consciente de esto. Y también darme cuenta de que no solo me pongo en riesgo a mí si no a otros. Si las enfermedades no tienen síntomas y nadie te las diagnostica corres el riesgo de esparcirlas.
No escribo esto para asustarte y menos para darte una lección, pero si para contarte mi experiencia y para que vos no tengas que pasar por mi misma situación. Por que todo esto lo hubiera evitado de una forma muy simple: usando forro y no siendo un forro.
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