Hace mucho que no me pasaba de estar solo. Realmente solo. Pero a veces la vida te da esos mini-cachetazos inesperados y te deja en “Pampa y la vía”. La cosa es que hace un tiempo largo quería irme de vacaciones solo, volver a conectarme un poco conmigo después de dos años y medio de pandemia, y salir un poco del infierno que a veces es estar 24/7 en la misma rutina con la misma gente. Se me hacía difícil entre precios, dólar y las pocas vacaciones que este sistema nos permite por año; pero gracias a un viaje de trabajo pude escaparme aunque sea unas semanas y de paso visitar a unos amigos que no veía hace mucho.
Teníamos todo planeado para aprovechar el fin de semana largo de junio: una escapada a la playa de jueves a miércoles y trabajar un poco mirando el mar con las patas llenas de arena. Pero de nuevo, la vida a veces te da cachetazos inesperados (algunos más positivos que otros..). El día que nos íbamos, mis amigos se agarraron covid y tuvieron que cancelar su vuelo. Yo tenía dos opciones sobre la mesa: irme solo o quedarme con ellos aguantando el covid…
Llegué a Puerto Escondido en México cerca de las 22 hs. No sabía mucho que esperar ni con qué iba a encontrarme, pero, por primera vez después de mucho tiempo, sentí una adrenalina distinta en mi cuerpo y una relajación mental que creía haber perdido.
Esos primeros minutos en el aeropuerto conocí dos personas nuevas con las que compartí varios de mis días en la playa: comidas, caminatas, charlas, cervezas y mucho picante. Así, cada vez que necesitaba compañía estaban ahí cerquita para alguna risa.
Aunque también tuve tiempo para estar solo, realmente solo… Volví a sentir la inmensidad del mar en mi cuerpo y a disfrutar lo chiquito que somos en un mundo tan grande. Me sumergí en pensamientos infinitos durante horas y horas, y me maquiné con locuras que seguramente nunca sucederán (pero qué bueno está pensarlas). Desayuné cervezas mirando amaneceres y me enamoré de personas que nunca más voy a ver. Probé comidas sin pensar si iban a gustarme o no y hablé con cada extraño que se me cruzó por enfrente. Pregunté, pregunté y pregunté. También me callé y escuché. Y me sumergí en mi silencio por horas viendo las olas romper.
A veces la soledad que necesitamos aparece en los momentos que menos esperamos. Una soledad que no tiene nada que ver con el estar solo, o quizás si. Porque bueno, uno medio que elige qué tipo de soledad pasar y muchas veces estando solo es que realmente logramos encontrarnos.
¿Cliché?, Obvio que sí, pero de eso se trata un poco la vida… Llenarla de clichés hasta que algunas cosas dejen de serlo.
No Comment