Tutorial de vuelo


Por Martina Vidret

Vos lo primero que tenés que hacer es la valija. A mí me la hace mamá, porque la ropa tiene que ir doblada y yo ni idea cómo se dobla nada, pero vos le decís qué querés llevar, se lo dejás en su cama, ella te dice esto si esto no y listo, tu valija está hecha. A veces tenés que tener cuidado porque no te dejan llevar muchas cosas, por eso yo le doy un montón de remeras, como para poder elegir después. 

Ezeiza queda lejísimos, así que llevá la tablet con carga. Descargate juegos diver, como el Candy Crush o el Subway Surfers, esos que no se acaban nunca y no ganás. A nosotros nos llevan los abuelos, así podemos comer y tomar en el auto, pero si vas en taxi no lleves comida porque los taxistas se enojan si les manchás el asiento con coca. 

El aeropuerto es aburridísimo. Son muchas filas largas y la gente está re apurada y se queja y trata mal a los empleados, pero vos tranqui, seguís teniendo la tablet cargada y jugás muchas partidas de un juego y listo. La valija la dejás al principio, se la llevan en una cinta negra que ni idea a dónde va, pero no pasa nada porque cuando te bajás del avión casi siempre está. Después tenés que mostrar papeles, que eso se lo preguntan a mi papá directo, mi mamá nunca tiene que responder nada. A veces te piden que te saques las zapas por si tenés una bomba en la zuela. Mi mamá siempre me hace llevar de las que tienen abrojo porque no quiere atarme los cordones. 

Antes de entrar al avión pasás por un supermercado gigante que solo tiene chocolates, botellas de vino de muchos colores y perfumes. Mamá no me deja comprar nunca nada, pero a veces convenzo a papá y me compra chicles. Y después tenés que esperar. Mucho tiempo. Otra vez. Y hacer otra fila. Otra vez. 

Cuando estás arriba hay unas chicas bien vestidas, las azafatas, que son las que te dicen dónde sentarte y te traen comida cada tanto. Hay distintos asientos, unos más grandes y con mejor comida y otros más normales. Como a nosotros nos paga todo el trabajo de papá, viajamos en los chiquitos. Les hice prometer que el año que viene, si no nos mudamos de nuevo, vamos a viajar a algún lado en los grandes. 

El chofer siempre te saluda antes de salir, te dice “hola yo soy el chofer y los voy a estar llevando” y te explican qué hacer si el avión se cae al mar. A mi no me gusta nada cuando sube, porque se me tapan los oídos, por eso sirve que tu papá te compre chicles, así se te va el tapón. Además hace un ruido re fuerte que duele. La comida es fea. Solo tenés pollo o fideos y te los dan medio fríos. Papá siempre se queja de que el vino es horrible, pero siempre lo pide. Yo creo que solo quiere quejarse. Y tenés una tele que tiene tres pelis y juegos que funcionan mal, por eso yo me llevo la tablet. 

Durante el viaje podés ver las cosas que se achican por la ventana. A veces hasta te cruzás alguna nube y la pasás por arriba. Cuando llegás es lo mismo pero al revés. El avión empieza a bajar, se hace todo más grande y se te tapan los oídos de nuevo. Además, la gente se pone más nerviosa y se para y agarra sus mochilas sin permiso. Mi mamá no me deja agarrar nada y siempre espera a que se bajen todos para pararse.  

Después de buscar las valijas tenés que responderles preguntas a unos señores que, según mi papá, “lo saben todo”. A mí nunca me preguntan nada. Lo importante es que no digas nunca la palabra “bomba”, porque se asustan y te encierran en una habitación y no podés llamar a nadie. 

Cuando salís del aeropuerto tenés que buscar a alguien que te lleve hasta tu nueva casa. A nosotros siempre nos espera un señor de traje con un cartel que dice el nombre de mi papá. Mi mamá me dice que no me aprenda los nombres de los choferes, porque después me cuesta dejarlos. Tiene razón.


El texto surgió en el Taller de Escritura Creativa de Revista Wacho.

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