Hoy se estrena El Ciudadano Ilustre, la película de Mariano Cohn y Gastón Duprat que compite en la selección oficial del Festival de Venecia.
Tuve la suerte de verla dos veces antes del estreno y aunque ya la primera vez me había encantado la segunda fue todavía mejor.
El Ciudadano cuenta la historia de Daniel Mantovani, el primer Nobel argentino de literatura.
La historia es ficción. Nuestro país no tiene ningún Nobel en esa categoría. Ni siquiera Borges. Es otro más de nuestros pendientes. Algo más que nos falta para casi ser.
Como tantos grandes nuestros, Mantovani se instaló en Europa siendo muy joven y fue ahí dónde hizo toda su carrera.
La cuestión es que luego de ganar el premio, a Mantovani lo llaman de Salas, su pueblo natal, para declararlo Ciudadano Ilustre. Aunque desde su partida a Europa Mantovani nunca había vuelto a Salas, decide aceptar la distinción y viaja para recibirla.
La película trata de eso, del grande que volvió y del pueblo que quedó. De las exigencias al ganador, solo por venir del mismo lugar. Y por sobre todo, trata de la decepción y hasta la necesidad de descarte cuándo el campeón no cumple con las expectativas creadas.
Es una perfecta reflexión de nosotros como sociedad. Y creo que no solo de la Argentina, por eso a la película le está yendo tan bien afuera.
Cohn y Duprat usan sus mejores herramientas para narrar esta historia, la ironía y el absurdo. Capaz no lo sabés pero ellos son los creadores de El Gordo Liberosky, Navegando con Fede, Cupido y Televisión Abierta.
Al igual que en su anterior película, El hombre de al lado, vuelven a apostar a la dupla imposible. Mantovani es Oscar Martínez y su viejo amigo de Salas, Dady Brieva. Esos dos registros de actuación hacen un combo que para la historia es perfecto. Porque aunque el humor es un constante, la película no deja de ser una reflexión.
En serio recomiendo, no dejes de verla.
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