Presa por matar a su asesino


Fue el día de la madre pasado. Eva Analía de Jesús o Higui, como todos sus amigos la conocen, fue a Lomas de Mariló a la casa de su hermana. No le gustaba ir para ese lado, no por su hermana, si no por el barrio. Higui vivió en Mariló, pero no la pasó muy bien. Varias veces fue acosada física y verbalmente por algunos de los hombres que viven ahí. A ellos no les gustaba su forma de vestir y andar. Les molestaba que pareciera un varoncito. Tanto les disgustaba que una vez llegaron a quemarle la casa.

Barrio humilde, barrio pobre, también en esos lugares se discrimina al distinto.

La fecha ameritaba un esfuerzo asique Higui dejó de lado los miedos, tomó el colectivo y fue a pasar el día con su familia. La pasó bien. Asado, cerveza y anécdotas. Típico día de la madre.

Antes de volver para su casa, Higui pasó a visitar a un amigo que vive en el barrio. Al principio dudó en hacerlo. El cuñado de su amigo era uno de los que la hostigaba. Ella tenía miedo de cruzárselo. Tanto le insistieron en que eso iba a ser imposible que se convenció y fue.

Error. El cuñado se apareció y no fue solo, fue con un amigo. Con insultos por lo bajo, pero lo suficientemente altos como para que fueran escuchados, los dos muchachos terminaron de cagarle el día de la madre a Higui. Para ella no tener que cagárselo al resto, decidió irse.

“Antes nos vamos nosotros”. Ni salir primero la dejaron. Higui esperó a que los muchachos se fueran, se despidió de su amigo y salió. Iba caminando por el pasillo que conecta la casa con la calle cuando de repente los dos tipos volvieron a aparecer. No estaban solos, estaban acompañados por ocho más.

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La agarraron, la tiraron al piso y entraron a darle con todo. “Sos una tortillera. Sos una puta. Te voy a hacer sentir mujer”, le gritó el “cuñado” y se le montó encima para realizar su promesa.

A Higui ya la habían violado, varias veces. Su padrastro la abusó sistemáticamente entre los 10 y los 13 años. Se había jurado a si misma que nadie le iba a poner un dedo encima a menos que ella quisiera.

Cuando el “cuñado” le arrancó el pantalón, Higui sacó un cuchillo y sin pensarlo se lo clavó en el torax. El hombre cayó muerto. El resto siguió pateándola hasta dejarla inconsciente.

La luz de una linterna y el ruido de una sirena la despertaron. Tan lastimada estaba que entre tres policías tuvieron que levantarla. Pero incluso en ese estado, la subieron al patrullero no como víctima, sino como acusada.

Uno de los agresores apareció en la comisaría y dijo que Higui se metió en una pelea entre dos pibes y que para separarlos le metió un cuchillazo por la espalda a uno de ellos. Aunque la autopsia del cadáver muestra que el puntazo fue aplicado de frente, otros tres testigos dijeron lo mismo. Higui los reconoció como parte de la banda que la atacó.

En la comisaría el maltrato siguió. La desnudaron y la revisaron. Como signos de violación no había, le dijeron: “¿Qué hacés tanto quilombo si no tenés nada?”. A la policía la cara de Higui casi desfigurada no les bastó, necesitaban verla un poquito más lastimada.

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Hoy Higui sigue presa y su familia vive amenazada. Los nueve que la atacaron están libres. Carolina Abregú de Defensoría de Género, está ayudando a la familia a visibilizar el caso y a no dejar que quede dormido en la Justicia.

Carolina intentó ver el expediente en la fiscalía pero el empleado judicial le dijo “Acá había un muerto, la persona que causó esa muerte y cuatro testimonios que coinciden en cómo fueron los hechos. Caso cerrado”.

Por lo bajo, la policía y la Justicia se quejan de no tener los recursos para poder llevar a cabo estas investigaciones. Si no hay recursos para comisarías y fiscalías de ricos, imagínate para las de los pobres.

Hace unos meses se hizo público el caso de un médico que mató a un ladrón en defensa propia. La sociedad abrió el debate y la Ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, dijo: “que la víctima no se transforme en victimario”. El caso de Higui no despertó demasiado interés, capaz que el hecho de apenas haber terminado la primaria o no tener profesión, sean los que invisibilisan su causa.

Pese a las amenazas, la familia de Higui reclama su libertad. Aunque no consiguen cobertura en los grandes medios, abrieron una página en Facebook, Justicia por Higui, donde buscan darle notoriedad al caso.

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