¿Podés no tocarme? ¿Podés sacarme la mano de encima? ¿Podés no apoyarme la boca en el cachete cuando me saludás, viejo pajero?
Ensayo toda la noche estas frases en mi cabeza, pensando en que quizás mañana me anime a decirle al tipo del gimnasio que no me gusta ni un poco que me toque cada vez que me saluda. Qué me incomodan sus comentarios irónicos y que tiemblo cada vez que pone su colchoneta al lado de la mía para hacer abdominales.
¿En qué momento pensaste que me gustaba todo eso? Que yo sea simpático y educado no quiere decir que te esté tirando onda.
Me costó un huevo tomar el impulso para hacer algo de ejercicio y por culpa de este tipo voy a terminar abandonando.
Llego al gimnasio y respiro aliviado por qué no está. Vine temprano, cambié mis horarios para no verlo.
Es raro, ahora que tengo ganas de mandarlo a cagar quiero que aparezca. Quiero que me ponga la mano en la cintura para decirle que soy fóbico al contacto. Quiero que me haga un comentario para decirle que estoy apurado y no tengo tiempo para hablar.
Pará un poco… ¿Por qué tenés que inventar mentiras?
Lo veo entrar. Saluda a la mina de la puerta con un beso. Va hasta donde está el profesor y se le queda charlando. Se ríen.
¿Estaré flasheando? Capaz que el viejo es así con todos y yo estoy armando una historia en mi cabeza.
Deja de hablar con el profesor y camina hacia donde estoy yo. Estoy de espaldas, pero lo veo por el espejo.
Siento su mano en el hombro y escucho un comentario que no entiendo. Me doy vuelta. Lo tengo casi pegado. Me agarra del borde de abajo de la remera, como si quisiera ver bien mi estampado. Dice que a él le encanta Amy Winehouse.
Le digo que a mi también. Hace comentarios sobre la música de su época y la de ahora. Soy un tarado que le sigo la conversación. Lo tendría que cortar en seco pero no quiero quedar como un mal educado.
Ayer me creía Tyson y ahora me da miedo armar una escena y parecer un ridículo.
¿Tan grave es que alguien me toque cada vez que me saluda? Si yo soy afectuoso y me gusta generar contacto con los que quiero.
Pará… No sigas con este razonamiento. Yo soy afectuoso con la gente que conozco, no me pongo a tocar pibes que vi dos veces, no le guiño el ojo a gente que no conozco y mucho menos les hablo de mi vida sexual.
Sí, el tipo es un pajero, un desubicado y se merece que lo mande a la mierda.
Me dice que tiene una clase de yoga y se va, pero, antes me agarra de la cintura y me apoya los labios en la mejilla.
Quedo helado. Por dentro me quiebro.
Desde donde estoy, lo veo subir la escalera.
Me digo a mi mismo “cagón”. Me sirve de nafta. Subo hasta la puerta del aula. Lo veo hablando con un tipo y una mina. Me mira, se sorprende, me sonríe y me pregunta ¿qué hacés acá?
Vine a pedirte que por favor no me toques más cuando me saludás.
Me doy vuelta y bajo hasta el salón transformado en un super sayayin.
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