(espejos frotándose)
Desde un cielo empedrado e inmóvil, macerando los labios en tinta azulada volvías a la tierra.
La noche en mí no mostraba salvo ruinas de papel abandonándose a los caprichos y verdades del tiempo, que permite que la naturaleza salvaje y feroz vuelva por lo que le pertenece.
Y pudo ser una casualidad, brillante, de la atracción electro químico linfática. O un detalle de morbosa y perfecta precisión en la hoja de ruta de nuestros búhos guardianes.
Carambola o designio.
Un haiku de una noche sin dormir y casi sin hablar, bebiendo de la musa jadeante encarnada en sangre hirviendo.
Magnolia de cobre, fantasía mejorada de Erdosain, manjar en la cama de Artemisa, entre mis piernas y en mi boca.
Pude reconocer en tu cuello lo que la Orquídea Dorada grabó con letras de lunar. Tus condenas de carmín teñido y toda tu blanca exquisitez.
Intento arrastrarte desde los umbrales virtuales, hacia los que corremos alucinados, hasta mi cama voladora y atenta. Aunque ya no pueda ofrecerte ni maravillas ni mañanas, aunque esta sea mi última y peor forma de seducirte.
Mientras, mi sexo generoso, glotón permanece devorando recuerdos de colchón transpirado.
Al fin, y de una buena vez, seremos locamente nosotros, viajando a la velocidad de la luz con orgullo y sin pereza. O algún garabato de besos en tu cadera.
Orgasmo o leyenda.
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