Hace dos meses que me fui de casa. Me mudé sola a Madrid ¿Por qué tan lejos? me preguntó mamá cuando le conté que había decidido irme. Papá, en cambio, esperó unas horas y cuando me encontró sola en el living se sentó frente a mí y me dijo – me alegra tu decisión, es algo que ahora se hace y quizá a tu madre le cuesta entenderlo, pero veo a toda tu generación hacerlo y me parece bien. Sólo espero que no te vayas porque acá la pasas mal, si es así te pido perdón. – Cuando le respondí que no era por eso y que era un anhelo que tenía hace varios años, bajó su mirada, respiró profundo y continuó – ojalá que te vaya bien, te voy a extrañar, pero si elegís quedarte allá estoy seguro que va a hacer porque estás bien y eso me va a alegrar por vos. –
Jaime me hizo de Boca apenas nací. No tuve opción y después tampoco quise tenerla. Nos hacía oír el partido cada domingo por la radio y a la noche verlo por Fútbol de primera. Como a Boca se lo dejaba para lo último, teníamos que fumarnos el programa entero. No me quejo, así aprendí lo que era el Clausura, el Apertura, lo qué significaba jugar la promoción, descender, y después de ver tantos equipos me encariñé con Chacarita y con Banfield. Apenas llegué a Madrid recibí un mensaje de papá que decía – estás jugando un partido de visitante sin tu hinchada, pero ojo; acordate que el gol vale doble. Andá contándome cómo va el partido. No aflojes. –
Recibo mensajes de él a cada rato. Cuando estaba en Buenos Aires, un día le dije que necesitaba que hablara más, que me preguntara más cosas, que dejara de ver el noticiero y que dejara de estar tanto en silencio. De a ratos lo lograba, pero muchas veces se olvidaba y se metía en su mundo. Un mate dulce del cual no se avergonzaba, Nelson Castro en TN, los clasificados en el diario, su colchoneta hecha con una vieja frazada y sus pesitas de los años 90 que heredó de mis hermanos. Un día me di cuenta que yo tampoco le preguntaba a él por sus cosas, por su trabajo, por sus preocupaciones y entendí que le estaba exigiendo algo que yo tampoco le daba.
En estos dos meses nunca lo interrumpí para decirle que jamás estuvo ausente en mi infancia, de hecho, todo lo contrario. Que recuerdo los domingos cuando por la mañana mamá se iba a trabajar y él ponía la marcha peronista, que recuerdo su paciencia para hacer el asado y su velocidad para hacer las ensaladas cuando mamá estaba por llegar y no estaba nada listo, porque se la había pasado en la pileta y tomando sol. Cómo es que nunca le dije que recuerdo escuchar cada partido de Boca en el living y esperar a la noche para saber si nuestra imaginación había sido exagerada o no.
Cada vez que me llama o que recibo un mensaje de él, me pregunto porque nunca le dije que jamás sentí su ausencia. Que me acuerdo cuando nos venía a buscar al colegio y que, aunque siempre llegara tarde, disfrutaba que viniera porque volvíamos caminando y en el almacén, cerca de casa, nos compraba un sándwich de mortadela que aunque sabía que no nos gustaba, era eso o nada, entonces aprendí a disfrutarla. Me pregunto porque nunca le dije que lo recuerdo afuera de la cancha de hockey viéndome jugar y que me acuerdo como empezaba su frase después de cada partido “es como en fútbol…”
Es que yo, que le exigía más conversación a papá, nunca le dije que desde muy chiquita para mí siempre fue un héroe humano. Porque se equivoca, se enoja, repite las anécdotas, se ríe fuerte y estornuda aún más. Está cansado, pero despierto cuando volvés del boliche y se duerme viendo tele. Es muy sensible y se permite llorar cuando algo lo emociona. Te habla fuerte cuando pierde la paciencia y es coleccionista de cosas sin sentido como carpas, botes inflables y tarjetas SUBE. Juega al Telekino y te cuenta que con la plata que gane va a comprar una casa bien grande con jardín y pileta, por sobre todas las cosas, para que sus nietas tengan un espacio verde cada fin de semana.
Hace dos meses que Jaime no está en silencio, me cuenta de su pasado y de su personalidad, es la hinchada que acá no tengo. Me pregunta cómo estoy, qué cuento, qué hice, si llueve y si estoy contenta. Creo que papá me extraña o quizá, es que hace un tiempo habíamos logrado cortar esa barrera silenciosa. Necesito que hables, Pa. Y ahora él, me lo dice a mí. Necesito que hables, Chu.
Y en este brindis que no voy a estar, puedo imaginarlo. Se va a parar, sus hijos se van a callar cuando mamá intervenga y, papá emocionado va a agradecer la familia que tenemos y va a pedir perdón por algo que solo siente él, hasta que alguien le lea mi carta y sepa que jamás notamos su ausencia.
Por Josefina Marzana
Soy padre de 2 hijos pequeños, si por algo pido es que mis hijos me recuerde como vos te acordas de tu viejo.
Hermoso, segui escribiendo Josefina, no aflojes