Toda la vida poniendo el culo en la cara de viejos pajeros que vienen a sentirse dueños de algo. Yo muevo el orto y ellos responden clavándome billetes de diez pesos en la bombacha.
¿Se habrán dormido temprano?
Sonrío y lloro para adentro esta vida infame de meneos baratos para gente que a la mañana siguiente me juzga mientras se hace el nudo de la corbata. Quiebro la cintura para comer algo más que criollitas.
Siento la cercanía de las caras. Vienen a divertirse con mi desgracia de madre soltera, semidesnuda y desesperada que se pierde cumpleaños por puta. Los viejos me dicen puta y yo hago muecas de placer por contrato.
Este antro, paraíso berreta de las Lauras, es capaz de correrle la tanga a cualquiera para cogerlo con la ropa puesta. No hay vestigios de amor en las miradas y la caricia más suave te deja los dedos marcados.
Ojalá Marcos haya hecho la tarea.
Apostaría lo que junté a que las entrepiernas siguen blandas a pesar de las caras de éxtasis. Viejos sin vida; pijas muertas. Males necesarios de las trabajadoras del perreo.
Arroz, suavizante, yerba, toallitas…
Gente estrábica y extraviada. Tipos con el tiro acartonado de acabarse en seco; sin la paja y sin la culpa de robarme siempre el futuro y nunca llevarse el tiempo.
Marioneta serpenteante en un altar de aglomerado; vieja para virgen y sucia para santa. Despojada de milagros y ninguneada por los dioses sordos que no escuchan mis señas. Rosarios de pastillas e hilo dental.
Mañana cumple la tía Irma.
Luces negras y whiskys nacionales. El aire está viciado de olor a culo mezclado con cigarrillo. Todo el tiempo pido infartos. Yo, que no deseaba el mal a nadie, invoco en segundo plano a la parca cada vez que miro fijo al fondo de sus ojos. Les sostengo la mirada para no perderme el posible comienzo de la muerte.
¡Ah!…media docena de huevos.
Nadie hizo nada cuando se extinguieron los príncipes y ahora hay sapos por todos lados. Rompieron el ecosistema, el equilibrio natural. Sólo quedan malandras: gente con los ojos inyectados de sangre por el vaivén de la carne denigrada.
Almas gélidas; inmóviles por miedo a ser detectadas. Cuerpos llenos de algodón. Gente vacía y seca. Taxidermia en vida. Zombies sexuales. Momias de ningún faraón. Corazones que laten muertos.
¡Qué ganas de tomar un helado!
Fede Palmieri – 2017
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