Me siento otra vez solo


Texto soledad

Desde hace un par de semanas que estoy bastante bajoneado. Creo que empezó después de la última conferencia de Alberto, cuando anunció que se extendía por tres semanas más. Los primeros meses venía joya. Aunque no lo creas, me sentía más acompañado que nunca. Y no exagero. Lo veía en la tele, en las redes, como todos estaban encerrados en sus casas y algo de eso me hacía feliz. Al fin un poco de empatía, pensaba. Vieron que no está tan malo estar encerrados. Empecé a creer que esto llegaba para quedarse, que las nuevas conexiones eran estas, que empezarían a entenderme de una vez por todas, que dejaría quizás de ser un raro para el resto. Que podría por fin quedarme en casa sin culpa, que dejaría de mentirle a mi vieja con eso de que salí con amigos, que fui al cine con una mina mientras ella estaba laburando, que estamos planeando un viaje con un par de los chicos, que estoy por conseguir laburo, que seguro arranque  Ingeniería el semestre que viene. Todas esas mentiras que tengo que sostener por el mundo en el que vivimos y que pensé se habían acabado. Pero no.

Lo que pasa es que la mayoría de las cosas que soy o que tengo, no las elegí, se fueron dando. Soy así, no sé, estoy solo casi todo el tiempo. ¿Me gusta? Quizás. ¿Me gustaría salir más? ¿Ser más sociable? También, quizás. Igual no me arrepiento por lo que fue. Si estoy triste ahora, es por lo que está pasando. ¿La cuarentena? No, no es eso. Bueno, te dejo que ahí viene mi vieja.

—¿Qué estás escribiendo, hijo?

—Nada

—¿Estás bien?

—Sí

—Dale, Mati, te conozco.

Mi vieja es casi la única persona que veo, pero no desde que empezó este quilombo del coronavirus, sino desde que terminé la secundaria, hace más de un año. Nunca me pregunta como estoy. Le da pánico. Seguro que ella está mal y le dio por preocuparse. Quizás espere la repregunta, pero no le voy a dar el gusto, no tengo la fuerza ni la capacidad para ayudar a nadie. Sin embargo, no me voy a quedar callado esta vez, no la puedo caretear.

—Estoy bajón

—Lo sé. Estamos todo igual, hijo.

—Qué se yo.

—Sí, Estamos todo en la misma, ya va a pasar.

—Algunas cosas…

—¿Cómo?

—Que algunas pasan, pero otras no.

—No te entiendo, Mati. Cuando arrancó la cuarentena estabas bien. De hecho, mejor que en varios años. Sonreías.

—Puede ser.

—Lo era. A mí me sorprendió, pero por las dudas no dije nada.

—Pero yo nunca te dije que estaba contento.

—No es necesario.

—Bueno, anda mamá.

—Entiendo que estés cansado, que ya fue mucho tiempo y que tenés ganas de salir.

—Salir puedo.

—Bueno, es una manera de decir. Salir con amigos, pasear, que se yo.

—Ese es el problema

—Por eso, lo que te digo.

—No

—¿No qué?

—No etendés.

—¿Qué cosa?

—No tengo con quien salir

—¿A dónde?

—¿A dónde qué, mamá?

—Perdón, no te entiendo, hijo. Dejá de mirar la pantalla y mirame.

Dejé el celular  sobre la mesa y giré con la silla para ver a mi vieja que estaba parada con un trapo en la mano y el pelo atado y revuelto.

—Que no tengo con quien salir. Todo el mundo sale, se junta con alguien, con uno o con dos, se esconden, van de acá para allá.

—¿Y vos?

—¿Y yo qué?

—¿Por qué no lo hacés?

—Yo no tengo con quien violar esta cuarentena. No hay nadie del otro lado.

—Pero…

Mamá no supo que decirme. Estoy seguro de que lamentó haberme hablando. Podía irse de mi cuarto, pero sabía que en algún momento tendría que retomar la charla. No por mí, eh. Yo la dejaría así como está. Que se vaya, yo acá me quedo, solo otra vez.

 

 

1 Comment

  1. Aldana
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    Me re sentí con la historia ,literal esto me pasó hace dos días ,la misma charla con mi vieja .pero bueno no siempre se puede caretiar .
    Igual no es que no tenga con quién salir o cosas así .pero me sigo sintiendo sola ,siento como un agujero en el pecho que no se cómo llenarlo .
    Me gusto mucho ,un abrazo

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