La persistencia de la memoria


Aquella mañana del sábado 16 de Abril de 2016, mi teléfono vibraba y se retorcía sobre la mesita de luz como un pez afuera del agua… ¿Qué puede ser tan importante como para molestarme a esta hora?… una lluvia de mensajes me indicaba que pusiera el noticiero. En la pantalla, el zócalo rezaba: Intoxicaciones y muertes en la Time Warp. Una nueva tragedia había sacudido la madrugada porteña y mis amigos y yo, esta vez, le habíamos errado por poco.

Teníamos entradas para la edición de aquella noche, que fue rápidamente suspendida. De repente, todo el mundo se desayunaba (o al menos eso aparentaba) con el viejo y macabro plan de los organizadores de estos eventos y que desnudó, una vez más, la negligencia de los organismos de control: venta de drogas, calefacción, canillas inhabilitadas y el precio del agua que subía con el transcurrir de la noche.

Ahora, si esto sucede en todas las fiestas electrónicas, ¿Que cambió para que tenga lugar este desastre? El dolor de lo sucedido, sumado a la sensación de que esta vez podría haber sido yo, me dejó bastante consternado, razón por la cual me interioricé bastante en el tema.

Si bien se habló bastante de esta causa, creo que el público en general se quedó con una idea equivocada de lo que realmente sucedió. Los que menos contacto tienen con este mundo de la noche deben haber pensado que estos pibes se pasaron de rosca. Otros, que si frecuentan este tipo de fiestas, pero que no siguieron tanto el caso, deben creer que la combinación de altos niveles de droga en sangre (probablemente combinados con bebidas alcohólicas) y las condiciones del lugar – calor excesivo y falta de acceso al agua – fueron los responsables del siniestro. La realidad es que lo que pasó aquel viernes a la noche fue la sumatoria de todas estas cosas a otro factor clave: las pastillas que tomaron, creyendo que tenían éxtasis, contenían en realidad PMMA.

Seguramente también haya gente que piense que estos muchachos “se lo buscaron” por consumir productos del mercado ilegal. Aquellos deberían saber que este tipo de intoxicaciones no solo ocurren en estas circunstancias, sino que también han sucedido en Argentina con productos legales en reiteradas ocasiones. La más conocida probablemente sea la adulteración de vino con metanol en el año 93, que dejó un saldo de 22 muertos y más de 80 personas con secuelas. El metanol produce un estado de embriaguez similar al del alcohol etílico, pero sus efectos son mucho más perjudiciales para nuestra salud ya que provocan una ceguera casi garantizada y en muchos casos la muerte.  También existen otras, como la de los productos homeopáticos con propóleo, diferentes quesos putrefactos, lavandinas y hasta el caso de los chicles NBA Magic Johnson.

La cuestión es que aquí nadie está completamente seguro y todos debemos empujar al Estado a que nos ofrezca garantías. Justamente allí apunta este artículo, siendo lo más respetuosamente posible con las víctimas y sus familiares.

Para arrancar, hagamos un pequeño repaso de la historia y características de la MDMA o éxtasis, la droga más utilizada en fiestas nocturnas en la actualidad. Esta molécula fue sintetizada por primera vez en 1912 por el químico alemán Anton Köllisch y patentada al año siguiente por la compañía “Merck Chemicals” para la que trabajaba. Pertenece a la familia de las fenetilaminas   (la misma que la pastilla de la inteligencia “Aderall”), un tipo de anfetaminas que, como todas ellas, te sacan el hambre y el sueño, razón por la cual el uso propuesto inicialmente fue de píldora para la dieta. Como las anfetas son tan peligrosas como eficientes si se las usa para bajar de peso, la compañía alemana abandonó las investigaciones con este compuesto.

Durante muchos años la MDMA se mantendría en las sombras. Existe una leyenda que dice que a mediados del siglo XX el gobierno de EEUU la quiso introducir en su ejército como “suero de la verdad” para hacer confesar a sus detenidos, pero que no tuvo el éxito que esperaban… ¡lo que deberían ser esos interrogatorios!… No tengo idea de si esto es verídico, pero no me sorprendería ya que las anfetaminas, los milicos y el gobierno de USA tuvieron una relación muy estrecha durante toda la historia.

Si obviamos lo recién mencionado, la MDMA volvería a encontrarse con una boca humana recién en el año 1956. El farmacéutico y químico Alexander Shulgin, oriundo de California,  trabajando para Dow Chemicals retomó la investigación de las fenetilaminas. Su primer descubrimiento fue un pesticida  (casualmente el “safrol”, uno de los precursores más utilizados en la síntesis de MDMA, es un insecticida natural que contiene un género de árboles) que dio mucho rédito económico a la empresa, pero que no conformaba al joven norteamericano. Él buscaba la aplicación  de estas al campo de la psicofarmacología y su sueño era descubrir la “droga terapéutica perfecta”, es decir, una sustancia con intensas propiedades psicoactivas, pero con alto margen de seguridad para el usuario en lo que respecta a dosis letal y efectos secundarios.

                                   

En su afán, una vez que abandonó Dow, Alexander caracterizó más de 200 moléculas de este tipo intentando combinar las propiedades estimulantes de las anfetaminas con los poderes alucinógenos de la mezcalina (presente en varios cactus latinoamericanos como el Peyote y el San Pedro) y la triptamina (principio activo del Ayahuasca). Toda esta información  así como la descripción de sus viajes pueden encontrarse en las dos grandes obras que escribió junto a su mujer Ann: “Fenetilaminas que he probado y amado: una historia de amor y química” en 1991 y “Triptaminas que he probado y amado: una historia de amor y química” en 1997. Shulgin era el estereotipo de científico loco que construimos en nuestra infancia y, aunque era muy poco creativo para los títulos, hizo grandes aportes en su campo hasta el día que abandonó este planeta, a los 88 años, rodeado de sus amados cactus en su casa de California.

Si bien los libros fueron publicados después, la comunidad científica ya contaba con la información que había recolectado Shulgin, lo que hizo que para la década de los 70 muchos terapistas comenzaran a usar la MDMA en tratamientos psiquiátricos.  Las utilidades que estos buscaban son las mismas que hoy en día: Tratamiento de la ansiedad en terapias oncológicas,  manejo de la depresión y, especialmente, en cuadros de estrés post-traumático. Una vez que los efectos del éxtasis fueron difundiéndose de boca en boca,  su salto del laboratorio a las calles fue solo cuestión de tiempo.

A partir de ese momento, la utilización de la MDMA para uso recreativo ha ido fluctuando a lo largo del tiempo dependiendo de la moda y de la eficiencia en el control de su tráfico. La droga puede encontrarse en dos presentaciones: como pastillas o como un polvo cristalino de color marrón. Si bien el polvo puede ser fumado o esnifado la vía de administración más común es la oral.

La cantidad de polvo que produce un efecto considerable (80 a 120 mg) es baja si se piensa en el volumen que esto representa, razón por la cual, para poder manipularla y dosificarla, es ofrecida a los usuarios en pastillas (El consumo de los cristales directamente a crecido considerablemente, pero es caro y difícil de fraccionar). Cada comprimido contiene, además de la dosis de MDMA, algún excipiente inocuo que permita compactar el polvo y darle un tamaño practico para el consumidor (generalmente celulosa microcristalina), colorantes y en algunos casos algún que otro adulterante. Los más comunes son la metanfetamina, ketamina, cocaína y uno especialmente peligroso y además vedette de este artículo: la PMMA.

El éxtasis genera un aumento de la actividad de tres hormonas: Serotonina, Norepinefrina y en menor medida Dopamina. Los niveles de Serotonina  se relacionan directamente con el estado de ánimo y aumenta en los momentos en los que algo nos produce placer, ya sea tener sexo, estar con familiares y amigos o comer chocolate. Por esta razón existen familias de medicamentos antidepresivos que trabajan aumentando su disponibilidad. La MDMA – además de activar el sistema de alerta de nuestro organismo aumentando la presión arterial y la temperatura corporal, reduciendo el hambre y el sueño -, produce una sensación de bienestar y pérdida de ansiedad, empatía con otra gente, desinhibición y confianza en uno mismo. En fin: felicidad.

La PMMA tiene efectos similares a la MDMA, pero con una diferencia crítica: la distancia entre la dosis activa y la letal es mucho menor. Esto quiere decir que los efectos “deseados” del éxtasis tienen lugar con dosis mayores y más cercanas a las que provocan un cuadro de intoxicación. En otras palabras, si con tres o cuatro pastillas de MDMA (400 mg aprox.) te pegás un tremendo viaje, con la misma cantidad de PMMA probablemente tengas pocos efectos psicoactivos, pero una intoxicación aguda casi garantizada.

Este cuadro se debe a que la PMMA inhibe una enzima llamada MAO (Mono-amino oxidasa)  que la MDMA no. Esta se encarga de eliminar justamente la Serotonina, y en su ausencia, se produce una acumulación excesiva de esta hormona y un síndrome serotoninérgico cuyo principal peligro es el aumento excesivo de la temperatura del cuerpo o “hipertermia”.   Cuando nuestro organismo llega a los 40°C las proteínas de los órganos se desnaturalizan (desarman) volviéndolos disfuncionales. Algo similar ocurriría si combinamos éxtasis con antidepresivos que actúan desactivando esta encima para aumentar la concentración de Serotonina.

Si uno consume PMMA por error  (piensa que es éxtasis que pega poco y refuerza la dosis), puede entrar en un cuadro de “hipertermia”. Si esto ocurre en un lugar donde el calor es insoportable y por las canillas del baño no corre agua, es casi imposible que logre revertir ese estado. Esto fue lo que le paso a los pibes de la Time Warp.

El peritaje toxicológico que recibió el juez Casanello decía que la causa de la muerte de estos chicos fue el “policonsumo” ya que encontraron varias drogas en su sangre y tejidos. ¿Habrá sido la primera fiesta en la que la gente consumió varias drogas?… ¿Los organizadores habrán puesto calefacción y cerrado la llave de paso del agua por única vez?…

Solo hace falta ser un poco más curioso que el fiscal Federico Delgado para seguir este razonamiento y contestar estas preguntas: El único dato más o menos certero  que teníamos era el logo que tenían las pastillas que habían ocasionado la tragedia. Con solo tipear en internet “intoxicación con Superman” saltan a la vista varios artículos provenientes del viejo continente en los que se describen muertes iguales a las de estas víctimas algunos meses antes.  Mismas pastillas, misma situación.

Comprimidos con ese nivel de detalle en los logos tienen que venir de los principales países productores en Europa. Su elaboración implica en primer lugar tener el MDMA (o en este caso el PMMA) sintetizado en cristales y en segundo lugar el equipamiento para producir las pastillas.

Para la síntesis de estas drogas hay que tener acceso a los precursores y reactivos, un laboratorio con gran cantidad de instrumentos muy caros y conocimientos considerables en síntesis química. La vía más sencilla es la del MDP2P (saborizante e ingrediente utilizado en perfumería), pero para obtener este hay que partir de alguna de las materias primas, dentro de las cuales la más popular es el safrol. Este aceite se extrae de las raíces de un género de árboles llamado sasafrás, presentes en América del Norte y del Sur y en el Sudeste Asiático. Se presume que especialmente en China y Camboya, donde el control del safrol es mucho menos estricto, se produce la mayor cantidad del aceite que alimenta los grandes laboratorios. En la selva Camboyana se está produciendo una gran desforestación de estos árboles y una preocupante contaminación de los ríos. Los productores se anidan en las zonas donde se ubica el sasafrás y destilan este aceite en grandes hogueras alimentadas con raíces del árbol e inmensas cantidades de agua. Una vez que un sector se ha terminado de explotar mudan sus artefactos a otro.

Para la producción de las pastillas – a partir de los cristales – se debe contar con máquinas comprimidoras, balanzas, punzones de acero con los motivos grabados (por ejemplo con la S de Superman), excipientes para compactar y conocimientos básicos en tecnología farmacéutica. Los punzones tienen que ser adquiridos o de torneros que sean capaces de trabajar el acero con una ductilidad difícil de alcanzar o de grandes fábricas clandestinas. Es importante tener en cuenta que estos son muy costosos y tienen que renovarse constantemente para producir los distintos diseños de pastillas.  Si todavía nos quedan dudas basta con comparar las incautaciones de estas drogas en Europa con las que tienen lugar en Argentina u otros países de Latinoamérica, para ver que los colores y motivos son los mismos. Esto no quiere decir que no haya acá laboratorios de producción nacional, pero estos suelen ser comprimidos redondos, lisos y de inferior calidad. Aún así hay políticos y periodistas que se empeñan en instalar que  muchos de estos comprimidos son producidas en cocinas caseras montadas en el departamento de cualquiera.

En Europa todos los cañones apuntan a Holanda y Bélgica como los principales productores. Como allá lidian con el mundo de las pastillas desde hace bastante antes y ya sufrieron intoxicaciones como estas, se crearon muchos portales de reducción de riesgos y servicios de testeo de pastillas, para que los usuarios sepan que están tomando y en qué cantidad. Entre las más conocidas se encuentran “Energy Control” y “ai Laket”. En las fiestas más importantes suelen poner una carpa en la entrada donde brindan este servicio.

A más de cuatro años de aquel fatídico 16 de abril, pareciera que ya nos olvidamos de lo que pasó. Mi pregunta es… ¿Qué hemos aprendido?…

Primero y principal, como el responsable fue “policonsumo” los implicados en la causa están todos libres y siguen haciendo de las suyas. Victor Stinfale, organizador, dueño de las marcas de agua y energizante que se vendían en la fiesta y participe de todas las causas turbias de la Argentina (AMIA, la banda del Gordo Valor, etc.) en este momento es el inocente gerenciador de Deportivo Riestra. Adrián Conci, presidente de la firma Dell que organizaba la fiesta, se fugó, después se arrepintió, fue detenido y volvió a salir. La causa estuvo a punto de ser elevada a juicio, pero mágicamente la Sala II de la Cámara Criminal Correccional Federal  apartó al juez Casanello (como lo había hecho antes con el fiscal Federico Delgado)  y todo volvió a la normalidad, es decir a la nada, a pesar de que andarán errantes y procesados por los siglos de los siglos.

En lo que respecta a los boliches (por lo menos los que yo frecuento) ya no ponen calefacción ni cierran las llaves de paso para aumentar la venta de agua y en algunos, hasta ponen un dispenser en el baño. Eso sí, no se pueden recargar las botellitas, así que recuerden llevar una taza de sus casas. No tenemos portales de información (a excepción de Argenpills dentro de sus posibilidades) para brindar herramientas a los consumidores, ni servicio de testeo de pastillas para detectar adulterantes, ni nada por estilo. Pareciera que todavía tenemos más miedo a discutir este problema de salud pública que a padecer sus consecuencias… ¿Qué estaremos esperando?

 

 

 

4 Comments

  1. Stefano
    Responder

    Te felicito, excelente.

  2. Lucho gomez
    Responder

    Muy buena nota. Muchas gracias

  3. Lucho gomez
    Responder

    Muy buena nota. Excelente

  4. Fran
    Responder

    Buena nota, fijate lo que esta haciendo PA.F. (proyecto de atencion en fiestas) en arg con respecto a la politica de drogas. Abz!

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