Ella es un poco torpe pero se anima a todo. Él es cautivador y atrevido.
Ella parece ser más fría comparada con él, pero encuentra los momentos justos para demostrar sus emociones más profundas.
Él regala besos y “te amo” todo el tiempo para levantar cualquier día oscuro y ella se guarda los abrazos para cuando llega la tormenta.
Él es una chispa. Inteligente a la hora de actuar y pillo para reservar sus comentarios cuando no le conviene opinar.
Ella no tiene filtro. Pregunta sin pensarlo. A veces por inocencia y otras por interés. No sabe callar sus dudas y curiosidades, mejor dicho, no quiere.
Él es divertido, el más divertido. Hasta cuándo está de mal humor encuentra la forma de hacerte reír. Ni hablar si suena música, toma el control de la situación instantáneamente con sus movimientos extravagantes.
A pesar de su viveza, él la sigue a ella. Siempre. A ella le molesta un poco, a veces mucho, pero lo acepta y le enseña lo que él necesita aprender. Porque ser vivo e inteligente no es sinónimo de ser perfecto. Ninguno es mejor que el otro.
Se nutren mutuamente, y me nutren a mí hace varios años.
Ellos son mis sobrinos y no los veo hace un año y 3 meses. La última vez que compartí una tarde con ellos estaba disfrazado de Hulk y tardé horas en sacarme la pintura verde de todo el cuerpo.
Ella tenía 8 y él 5. Ahora tienen 10 y 6. Espero que no estén demasiado grandes para seguir disfrazándose conmigo.
Siempre nos separó una montaña grande, esa que señalábamos por la ventana de él cuando iba a visitarlo del otro lado de la cordillera. Montaña que hoy no puedo cruzar.
Así que, como hablarles por teléfono no es una opción, porque mis ojos rebalsan al escuchar sus voces, y ambos aprendieron ya a leer, quiero que sepan que los extraño y los necesito.
Son mis personas preferidas y, aunque ya pueden leer por su cuenta, espero que me dejen seguir leyéndoles cuentos antes de ir a dormir.
Buenas noches. Los quiero mucho.
No Comment