El sábado pasado me sentí estafado por el deporte que más amo. Me sentí boludeado como hace mucho no me pasaba con algo que tanto quiero. Porque más allá de que en Argentina el fútbol tiene más de circo que de deporte, hay cosas que a esta altura ya no quiero aceptar. Que haya o no visitantes en algunos partidos, o que se armen campeonatos inentendibles me puede chupar un huevo. Que juegue de titular un jugador con dos denuncias por violencia de género no.
Pero claro, en un país donde el exitismo es lo más importante y el fútbol es un dios aparte, parece que se nos hace muy difícil poder hacer frente a algo tan simple como separar de un plantel a un jugador que no solo no debería estar jugando sino que además debería, por lo menos, estar esperando que la Justicia dictamine su futuro.
Pensé en los jugadores, sus compañeros, y me imaginé a mi estando en un ambiente donde un compañero de laburo es denunciado por abuso sexual. ¿Qué haría yo? ¿Qué harían mis jefes? ¿Cómo se sentiría él yendo a trabajar? ¿Cómo nos sentiríamos nosotros compartiendo espacio con alguien que si la justicia lo decide debería estar preso? ¿Cuánto podés respetar a una persona así por más que sea el que te salva las papas a última hora? No necesité ni dos segundos para responder a todas esas preguntas y muchas más que me hice mientras escuchaba a Riquelme, su jefe y compañero, defendiéndolo porque “dentro de la cancha hay que sacarse el sombrero con un jugador así”. Dentro de la cancha, afuera se los dejo a ustedes…
El periodismo en todo esto no se queda atrás. La tibieza con la que hablaron y hablan del caso, la poca profundidad para analizar el mundo futbolero que les da de comer, la “no” crítica porque prefiero gritar su gol o liquidarlo por una lesión inventada, y hasta la sobre exposición en la que ponen a las pocas mujeres que intentan hacer su lugar en ese ambiente pero que, por razones obvias, no pueden expresar lo que sienten respecto a temas como estos. ¿Por qué? Porque para opinar de eso, mejor quedate en tu casa…
Claro, el fútbol es machista por naturaleza. De eso no hay dudas. Podríamos quedarnos acá horas dando ejemplos de porqué, pero creo que es obvio y no es necesario a esta altura hacerlo. Lo que si es necesario es que hagamos un mea culpa nosotros, los “fubtoleros”, y que empecemos a poner sobre la mesa lo que verdaderamente daña el deporte que amamos. No es un offside mal cobrado ni una plancha asesina que puede dejar a tu ídolo seis meses afuera, no… Es la impunidad del semi dios argentino que cree que por patear al arco con más fuerza que yo puede vivir una vida de desenfreno sin pagar ni una consecuencia. Es el “mientras gane un campeonato, lo que haga con su vida me chupa un huevo”. Es el cantito xenófobo de un estadio entero, tu vecino pelando una banana burlándose de un brasilero y el periodismo dejando de lado un abuso sexual porque es mejor hablar de quién es titular el domingo. Es que un jugador deje de jugar seis meses porque se fumó un porro, porque claro las drogas hacen mal al deporte, pero si vemos a un delantero arrastrar a su mujer en pleno Puerto Madero solo nos preguntamos si va a llegar al 100% para la Libertadores.
Lo de Villa no es un caso más, pero va a seguir pasando. Va a seguir pasando porque seguimos idolatrando un sistema que lo único que hace es criar deportistas sin educación, cultura ni humanidad. Y hasta que no logremos frenar eso y dejemos de hacernos los boludxs, lamentablemente va a seguir pasando…
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