La llegada de Netflix a mi vida significó un cambio sustancial a la hora de elegir qué ver. Antes deambulaba por páginas con más virus y porno que películas, daba vueltas y vueltas hasta terminar en algún estreno filmado desde el cine y con la peor calidad imaginable. Y eso si después de varios minutos de carga lograba verla hasta el final, cosa que muchas veces se terminaba transformando en una misión imposible. Si Internet fuese el Dios de la posmodernidad y Google su Jesucristo, creo que a su lado se apoyarían varios apóstoles que llegaron a la Tierra para salvarnos de un futuro lleno de horas de espera y aburrimiento. Netflix entró en esa categoría de Juan y Pedro, que gracias a su milagrosa cura me permitió incursionar en un género que antes miraba de reojo: los documentales.
Empecé primero con algunos que rozaban el misticismo y otros que hablaban de conspiraciones imposibles de comprobar. Me crucé al bando del periodismo documentado y conocí historias de países como Lybia, Siria y Corea del Norte que nunca hubiese escuchado sino fuera por el lente de una cámara y una trama bastante entretenida. También me enganché con la intimidad del mundo animal y saboree con la mente comidas que todavía no sé ni pronunciar. Pero sin dudas uno de los subgéneros que más me atrapó, si es que se podría catalogar de alguna forma, fue el documental bizarro. Ese que trata historias retorcidas con protagonistas misteriosos, locos lindos y no tanto, muertes, engaños, millones, miseria y el condimento más especial de todos: la realidad de los hechos que si no fuera porque tenés que Googlear una y mil veces para comprobarlos, no los creerías.
Si tenés un poco de perversión y morbo en tu mente como yo o querés explorar los rincones más absurdos del mundo que nos rodea, sentate a buscar estos documentales y encariñate con las personas más bizarras y hermosas que vas a encontrar en la pantalla.
Tiger King
Los primeros días de cuarentena me apareció este título en Netflix. Le tenía poca fe, en principio, por la foto de portada que tenía: un retrato de un rubio con el corte de pelo que el Diego usó cuando llegó al Sevilla, cara de muy pocos amigos, sombrero cowboy y tigres rodeándolo. No parecía ser mi tipo de documental…
Una noche donde el insomnio empezó a tocar mi puerta, no me quedó otra que sucumbir y buscar entretenimiento hasta donde no parecía encontrarlo. Le di play y lo primero que escuché fue: “Soy Joe Exotic, un cowboy gay del sur de los Estados Unidos, con un peinado fuera de moda y la mayor colección de gatos salvajes del mundo”. Me conquistó. Esa primera hora, ese primer capítulo, fue tan surrealista y extraño que por momentos me olvidé que afuera existía el coronavirus. Frené cada diez minutos para googlear y googlear si lo que estaba viendo era real. Si los personajes existían. Si la trama que me estaban contando había pasado en algún momento de los últimos cinco años. Si los tigres en cautiverio en Estados Unidos eran realmente parte de un submundo que movía millones y millones. Si había una guerra entre sus criaderos y los defensores de animales yanquis. Básicamente para entender si lo que podía ser una película de Will Farrell, era no solo una problemática del mundo de hoy, sino que también había servido de excusa perfecta para armar una mini serie en Netflix.
Tardé el triple en terminar esa primera parte por culpa de mis constantes interrupciones para cerciorarse si no estaba en el medio de una joda de Videomatch. Pero el resto fluyó con total normalidad. Siete capítulos, personajes sin piernas o brazos, drogas, mentiras, intentos de asesinatos y desapariciones. Una ensalada perfecta de puro bizarrismo y absoluta locura.
Evil Genius
Un amigo me llamó y me dijo: acabo de terminar la serie más perturbadora que vi en mucho tiempo. Una descripción bastante extrema, pero que logró convencerme de buscar en Netflix a Evil Genius. Y algo de razón tenía. Todo comienza con un supuesto robo a un banco, una inmolación con chaleco de bomba captado por cámaras de noticieros y una extraña lista que parecía ser parte de un juego o una secta. Así se presenta esta mini-serie documental de cuatro capítulos que intenta resolver uno de los casos más misteriosos de las últimas décadas en Estados Unidos: el del bombardero de la pizza.
Hay muertes, hay sexo, hay plata, hay presos, amenazas y un condimento adictivo que te obliga a mirar, mirar y mirar sin pensar en tener que apagar la tele un minuto.
No te metas con los gatos
El 26 de diciembre, un día después de Navidad y con la resaca a cuestas, le puse play a esta serie por la que tampoco daba dos pesos. Un video en YouTube bastante morboso y sádico del asesinato de dos cachorritos de gato y la lucha por encontrar a su asesino de un grupo de desconocidos a través de Facebook es el puntapié inicial de este adictivo documental de tres capítulos. ¿Cómo hacer para encontrar a un asesino sin que antes te encuentre él a vos? O peor aún, ¿cómo hacerlo sin que llegue a matar a otros?
Aunque parezca no tener sentido, los gatos son solo el inicio para esta mente perversa y psicótica que vive dentro de su propia película y que quiere ser la estrella más reconocida del mundo para codearse con Christian Bale, Leonardo DiCaprio y Sharon Stone.
Un grupo de freaks -perdón, es la única palabra que se me ocurre para describirlos- empieza una cacería a través de internet para frenar a este “asesino de gatos” y termina desatando su furia sin medir consecuencias.
Tickled
David Ferrier es un periodista neozelandés que conocí por una serie de Netflix: Dark Tourist, uno de esos programas de viajes pero con la particularidad de que en vez de mostrarte las playas más lindas del mundo y los hoteles de lujo más costosos, el tipo recorría iba a lugares poco conocidos y algo extremos como Chernobyl, Kazajistán, celebraciones voodistas en África y campos de exterminio camboyanos por solo poner algunos ejemplos.
Pero un poco antes de meterse en el mundo del “turismo oscuro”, Ferrier había producido y dirigido un documental sobre el submundo de las peleas de cosquillas. Sí, combates cuerpo a cuerpo donde el objetivo es aguantar horas y horas de cosquillas hasta el sufrimiento. No solo eso, sino que mientras se fue involucrando en el mundo tortuoso y bizarro de estas peleas, descubrió la mente detrás de este fetiche que movía miles y miles de dólares.
McMillions
Si Tony Soprano estuviese vivo hoy hubiese querido tener algo que ver en todo esto. De eso estoy seguro. McMillions habla de cómo un famoso juego inventado por McDonald’s para llevar la idea del Monopoly a sus productos, se termina transformando en una de las estafas más grandes de la historia de Estados Unidos.
El FBI empieza a investigar una red mafiosa que vende las cartas millonarias del Monopoly de Mcdonald’s, y se encuentra con una historia llena de traiciones, estafas, mentiras, muertes y muchos dólares. De principio a fin la investigación es llevada como si se tratase de una película de Hollywood y termina con un final digno de proyectarse en cines.
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