Un sábado amanecemos con la noticia de que cinco chicos de entre 20 y 25 años mueren en una fiesta. Los medios dicen que el culpable se llama Superman.
Las noticias que llegan de afuera hablan de bombas y atentados. También, nos dicen que la mejor solución que le encuentran a este problema es darle el poder a partidos xenófobos. El premio mayor se lo lleva la gran potencia, que elige a un conductor de reality show como su gran salvador.
En casa las noticias son otras. Los que nos gobernaban desfilan por el banquillo de los acusados y a los que nos gobiernan los acusan para que se sienten en el banquillo.
¡Una nueva! Tenemos billete de 500.
El Congreso da un paso tímido hacía la marihuana medicinal, pero no se anima a hablar del faso.
Miles de mujeres fueron a trabajar vestidas de negro y dijeron en las calles Ni una menos.
En el deporte que apasiona a la mayoría, volvimos a ser cebollitas. Tan duro pegó esta vez, que nuestro capitán amenazó con colgar la 10.
De todas formas, nos colgamos el oro en disciplinas de las que aprendimos a ser fanáticos: judo, náutica y hockey masculino. Bien.
Después de 5 intentos por fin ganamos la Davis. Muy bien.
En enero muere David Bowie y a los pocos meses el Indio Solari revela que tiene párkinson. De a poco nuestros ídolos sexagenarios empiezan a dejarnos.
Lo retro y lo virtual nos pega fuerte. Parece que la posta es salir a cazar Pokemones.
Las mismas caras que veíamos de chiquitos en la tele siguen dándonos consejos. ¡Impresionante, cada vez tienen menos arrugas! A nosotros en cambio se nos cae el pelo y nos crece la panza, ya no nos sentimos representados por eso preferimos atragantarnos con maratones de series en Internet.
Muere Fidel. Fin de una época.
Se separan Brad y Angelina. Fin del amor.
¡Princess Leia en el espacio.!
Y en el medio de todo esto, nosotros los Wachos. Intentando no distraernos, mirando con bronca lo que no nos gusta y haciéndonos cargo de lo que nos toca.
Se va un año, quedamos nosotros.
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