Amores Tóxicos


Ilustración por Darío Coronda

Lo veo en la mesa que está en diagonal a la mía. Todavía me mantengo tranquilo. Llega el mozo y sirve mi pedido. Ahí empeora la cosa. Nada me hace acordar a él más que un buen café, y eso que no me gusta tanto, pero con su compañía el amargor se empañaba y mis mañanas eran mejores.

Vuelvo a mirar a la mesa y él ya empezó a irradiar luz. Con simples gestos desprende un fuego que siempre me resultó atractivo, tan dañino como esperanzador. Mi compañero más compañero y mi enemigo más letal.

Habían sido 14 años de relación. Casi siempre intensa ¿Cómo lograr 14 años intensos de convivencia? No lo sé, pero como dije, sus maltratos se borraban rápidamente por ese amor incondicional que yo sentía hacía él ¿Relación toxica? Claro que sí, pero ¿Quién no ha estado en una?

Al principio tuvimos que escondernos. Yo ya tenía 13 pero mis viejos no lo veían bien. No aceptaban nuestra relación, pero su opinión me era indiferente. Es verdad que tuvimos varios encontronazos y también es verdad que mis padres me acompañaron en esos momentos en los que quedé solo, pero siempre volvíamos. Era una adicción, la más fuerte que tenía.

Cuando veo que ya está por irse y desaparecer nuevamente amago a pararme, pero mis dedos estrangulan los bordes de la mesa y devuelven mi cola a la silla. Bajo la cabeza e intento no mirarlo más, siempre me mató su mirada, la delicadeza de su pelo rojo y lo que genera cuando se expresa derrochando sensualidad y grandeza.

Nuestra relación terminó por una traición de las imperdonables.  Entre idas y vueltas fui entendiendo que no íbamos a llegar a ningún lado. Lo amé, lo amo y probablemente lo siga amando toda la vida. Estuve 6 meses sin acercarme, aunque lo vi pasar más de una vez, pero como siempre, donde hubo fuego…

Cuando levanté la cabeza ya había desaparecido, mis manos agotadas de apretar mis rodillas empezaron a transpirar y otra vez volvió ese sentimiento de querer agarrarlo y tenerlo aunque sea por 5 minutos. Un touch and go, corto pero explosivo.

Quería besarlo todo el día. Desde que me levantaba con el café hasta la noche en la cama justo antes de dormir, sin él era imposible combatir el insomnio.

Salí a la calle a buscarlo. Mi transpiración ya había tomado mal olor y mis manos y mi boca solo pensaban en atraparlo. Había pasado un mes desde nuestro reencuentro pero las fechas redondas son las que más me cuestan superar.  Por suerte lo vi en un kiosco de la esquina y al ver que no venía nadie por Guatemala crucé al trote y me mandé sin dudarlo.

¿Qué tal jefe? ¿Phillip Morris de 10 tiene?

Si, son 140 pesos.

Gracias ¿Usted fuma?

Si

Le regalo el paquete. Saco uno nomás, estoy tratando de dejarlo.

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