Soy mujer y soy pelada. Pocas personas lo saben, aunque seguramente muchos lo sospechan.
Desde hace 5 años usó una peluca que solo me la saco para ir a dormir. Aunque es de pelo natural, su largo no varía con el tiempo y por inseguridades mías nunca cambia de peinado.
La primera vez que se me cayó el pelo tenía 35 años. Pasaba por un momento de mucho estrés laboral que combinado con algunas angustias personales derivaron en una caída de pelo masiva.
Me daba pánico bañarme, cada vez que pasaba por la ducha las manos me quedaban envueltas en mechones de mi “envidiable” pelo lacio. También, me daba miedo dormir, cada vez que amanecía una capa peluda cubría la almohada.
Con mucha vergüenza me acerqué a un médico. Me dijo que era un problema asociado directamente al estrés del trabajo. Me dio una medicación y me dijo que en menos de un mes la caída de pelo iba a parar. Me propuso hacerme una peluca, que en ese momento me resultaba carísima, o usar algo que recubriera mi cabeza hasta que las pastillas hicieran efecto.
Opté por la segunda opción. Veía a las pelucas como algo sumamente ficticio, mientras que un sombrero o pañuelo podía pasar como un objeto de moda.
¡Me había olvidado que vivía en un mundo que le encanta opinar!
Las veces que me ponía un pañuelo, las personas me miraban con lástima y algunos, incluso, se animaban a preguntarme cuál era mi enfermedad. Y cuando usaba sombrero siempre había alguien que me lo pedía prestado para ver cómo le quedaba.
Pasado un mes empezó a crecerme un poco de pelo, pasó un buen tiempo hasta que mi cabeza adoptó su estado normal. Fue un tiempo muy largo. Me daba pánico salir a la calle, aunque por supuesto no lo podía evitar. Mi vida se había convertido en una rutina: casa, trabajo y lo de mis papás.
Había abandonado la idea de conocer a alguien. Aunque el mundo es muy exigente con las mujeres, a veces no le queda otra y puede tolerar que no tengamos tetas grandes o panza chata, pero ni puede imaginar que no tengamos pelo.
¿Cuántas veces viste una mujer pelada? Probablemente me digas nunca.
Hasta hace unos años yo te hubiera dicho lo mismo, pero sabés qué, es más común de lo que te imaginás.
Después de esa primera experiencia, pasaron tres años en los que no volví a sufrir pérdida de pelo hasta que un día, durante unas vacaciones, volvió a pasar.
No estaba estresada, me sentía relajada, pero el pelo se me caía. Me preguntaba si estaba preocupada por cosas que no me daba cuenta. Soy un ser humano, seguro que sí, pero ¿tanto como para que se me caiga masivamente el pelo?
Volví al mismo médico y a la misma medicación. Pasó el tiempo y los cambios eran mínimos, apenas unos pocos pelos me crecían. Intenté con tratamientos alternativos pero tampoco funcionaron.
Pasé de especialista en especialista hasta que una me dijo, quizás sea irreversible. Nunca lloré tanto. Parece absurdo escribirlo, nadie se muere por ser pelado, pero a la vez ninguna mujer está preparada para serlo.
Esta vez opté por la peluca. Al principio fue muy raro. Me daba pánico que la gente me abrace y sin querer me la mueva. O sacarme un buzo en público y quedarme con la peluca en la mano. Me la pasaba buscando espejos o ventanas para estar segura que estuviera en su lugar.
Con el tiempo encontré los trucos para dejarla fija y despreocuparme por cualquier eventualidad.
Hoy, firmo esto con un pseudónimo porque todavía no me animo a revelar algo que muchos ya sospechan. Son miedos que todavía me quedan. Pero igual escribo esto para que empecemos a hablar de algo que pasa: existen las mujeres peladas.
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